Lo encontré allí. Colgado. Desangrado y con las tripas
en el suelo. Las moscas cubrían la escena como un fétido y ruidoso manto negro
que casi me hace perder la cordura. Me cubrí la cabeza con mi bufanda
dejando el hueco mínimo para ver algo y respirar lo justo. Mis pies
pisaban sobre charcos de sangre, mis manos no hacían más que apartar moscas, mi
mente, nublada, no podía creer lo que veía.
El gancho atravesaba a aquel hombre a la altura del
pecho. Su cabeza estaba tapada por una bolsa blanca, sus brazos atados a la
espalda. No fui capaz de oír, en el estado de shock en el que me hallaba, las
voces que se acercaban a mi espalda.
Noté un impacto brutal en mi cabeza para cuando
caí en la cuenta de que estaba en peligro. Luego otro, y sin poder hacer
nada, un tercer y violento golpe que pareció partirme en dos.
Desperté maniatado. La cabeza me daba vueltas, el
sabor metálico de la sangre me provocaba náuseas, que retuve no sin esfuerzo. Intenté
moverme, reptar, hacer algo para salir de allí, pero todos mis esfuerzos fueron
en vano. Estaba destrozado.
Entonces los vi: venían hacia mí entre risas y burlas.
La visión de aquella panda de sádicos hijos de puta hizo que me cagara
encima.
Me rodearon dispuestos a acabar conmigo poco a poco.
Pude ver sus asquerosos ojos iluminados por la excitación, seguramente
pensando en cómo torturarme hasta la extenuación. Uno de ellos me pisó la
cabeza poniéndose de pie sobre ella. Los demás reían incitándole a saltar sobre
mi cráneo.
Cerré los ojos esperando mi sentencia...
Todo sucedió en un instante: mis verdugos eran
estampados contra puertas, paredes y contra el techo con una brutalidad
extrema. Sus aterradores chillidos me hicieron temblar, a pesar de que
anhelaba su muerte y sufrimiento con todo mi ser. Era el sonido del horror
más absoluto: la incomprensión de lo que les estaba sucediendo.
Poco a poco, los gritos se convirtieron en plegarias
por sus vidas, pero no tuvo piedad, uno por uno los ejecutó sin compasión de
forma brutal.
Nunca imaginé que un cuerpo pudiera crujir como una
madera al romperse. Estaba equivocado.
Sin poder moverme aún, noté que estaba a mi lado
aquel sanguinario que acababa de finiquitar en un abrir y cerrar de ojos a mis captores. Lloré
como un crío. Rogué por mi vida a aquellas botas de cuero teñidas de
rojo.
No hube de suplicar durante mucho tiempo.
..
Igual de rápido que vino se fue, no sin antes
desatarme y despedirse con un escueto " la poli está en camino”.
Conseguí girarme y ver a tiempo como la silueta de
aquella mujer saltaba sobre una viga del techo y, con otro salto fuera de lo
normal, se posó en la ventana del granero a una velocidad endiablada.
Escuché sirenas a lo lejos. Lo último que vi antes de
cerrar los ojos fue la capa de aquella misteriosa mujer desaparecer al tirarse
por la ventana fuera de mi alcance.