Colección Instagram Nº 7




Salió a flote entre los restos del naufragio. Tomó aire entre jadeos, observando incrédulo la situación. Las olas le exigían con cada acometida, manteniéndose como podía en la superficie mientras buscaba algo a lo que agarrarse. Por su derecha pasó un tablón de madera, posiblemente un resto de la  cubierta de la carabela, pues de un recto perfecto era, y se lanzó desesperado a por él. 

Con apoyo para la flotabilidad  pudo relajarse, por poco que fuera, y concentrarse en salir de aquel entuerto. Divisó la costa: lejos, pero no tanto. 

«Quizás pueda llegar» 

No oía a nadie solicitando ayuda. Tampoco divisaba el casco del barco. 

«Debe de haberse hundido ya! Qué rapidez!» 

Extrañado volvió a fijarse en la costa. Nadó sin prisas, con seguridad,  realizando un gran esfuerzo contra la corriente, que no quería dejarle marchar de allí.  Lo que parecía posible, tras minutos de lento y arduo  avance, tomó un cariz preocupante. Las fuerzas empezaban a fallar, y con ella la moral, que tras cada embestida del mar menguaba sin freno haciéndole perder toda esperanza de sobrevivir a aquella tragedia de la que no recordaba nada en absoluto. 

Le vinieron a la mente,  en acertado momento las palabras de su padre cuando de joven, presa del agotamiento, desfallecía por momentos mientras trataba de sacar del barro el carruaje atrapado , con parte de la cosecha,  camino del mercado donde habían de sacar rédito al trabajo del año : ! Lucha, Lucha! 

Y luchó. Avanzó con todo lo que le quedaba, ganando cada escaramuza,  venciendo a cada ola, aguantando los tirones de la corriente por llevárselo con ella para no volver jamás.  

Agotado, al fin, llegó a la orilla. Se tumbó sobre la arena negra de aquella playa y rompió a llorar. 

Sin tiempo aún para pensar en los siguientes pasos que había de dar, pues nada entendía de lo sucedido, un extraño sonido le hizo reaccionar. 

« ¿Qué ha sido eso?» 

Miró alrededor. Se fijó en una extraña estructura que se encontraba al final de la playa. Había anochecido,  no se había percatado hasta ese preciso momento. Con las pocas fuerzas que le quedaban fue en esa dirección. 

A medida que se acercaba, el sonido, irreconocible en parte para aquel hombre,  sonaba más alto. 

« ¿Es música?»

Desorientado siguió acercándose cuando un destello de luz lo cegó por completo.  

— ¿Quien anda ahí? 

Se paró deslumbrado por la luz de la linterna que apuntaba a su cara. Se tapó el rostro. 

—Segismundo, Segismundo Torres señor.

— ¿Qué se te ha perdido por aquí?— preguntó con el mismo tono entre la agresividad y la sorpresa, a la vez que bajaba la luz de la linterna. 

El náufrago, con la visión en parte recuperada, visualizó a su interlocutor de pie. Vestía un atuendo muy raro, el perturbador sonido, pudo apreciar, salía de una caja cuadrada situada al lado de aquel joven de pelo largo separado en pequeñas coletas. 

Estupefacto, se quedó allí parado sin saber qué hacer. 

— ¿Se encuentra usted bien señor? 
— La verdad es que no— respondió con sinceridad, aturdido por completo — Para nada me encuentro yo bien, pues nadando vengo desde allí dentro. Mi navío ha naufragado  y no recuerdo nada de todo lo sucedido.  Tan solo sé  que estoy aquí, que estoy vivo, o eso creo al menos. 
— ¿Qué barco? Llevo aquí toda la tarde y no he visto nada. ¿Una lancha? ¿Un yate? 
— Tengo frío,  mucho frío- dijo tiritando— ¿Tiene usted algo con lo que abrigarme? 

El joven se quitó la chaqueta y se la dio sin salir de su asombro. Se percató de que aquel hombre,  que aseguraba ser un superviviente de un naufragio,  no paraba de mirar, sin descanso, a su altavoz bluetooth. 

— ¿Apago la música? ¿Le molesta? 
— ¿Qué  es eso? ¿Qué tipo de instrumento es? 
— ¿Perdón? 
— Eso, eso, ese horrible sonido. Me perturba. Por cierto, ¿A qué región del reino he ido a parar? 
— ¿Reino ?— preguntó sin creer lo que estaba viviendo. 
— Si, del reino de Castilla vengo, aunque usted bien raro habla. Desconozco ese acento y mire que en la mar de todos lados he conocido marineros.  
—Está usted bastante desorientado caballero, debería descansar. Váyase a casa, será mejor. 
—Tiene usted razón joven mozo, ¿le importa si me quedo por aquí? Prometo no molestar. 
— Usted mismo.  

Segismundo quedó dormido en segundos sobre la fría arena. Cuando despertó,  ascendía a toda velocidad desde las  profundidades, conteniendo la respiración, creyendo que sus pulmones estallarían  en  cualquier momento. Salió a flote entre los restos del naufragio. Tomó aire entre jadeos, observando incrédulo la situación....

                                                     *El Naufragio*


Colección Instagram Nº 6


Cuando despertó, todavía estaba bajo los efectos de algún tipo de droga, tenía el estómago revuelto y parecía que la cabeza le iba a estallar. Jamás le había dolido la cabeza de ese modo, no le dejaba pensar y lo único que podía hacer era mantenerse consciente. Cada segundo que pasaba era un auténtico martirio. Echó una ojeada a su alrededor y de lo único que pudo percatarse fue de que estaba en un sitio en el que jamás había estado, ni siquiera en sueños. El martilleo era cada vez más constante y agudo, parecía que el cerebro le fuera a estallar. De repente sintió que mantenerse consciente era un esfuerzo demasiado insoportable y creyó desmayarse.

Abrió el ojo derecho primero: todo borroso.  Acertó a abrir el izquierdo, no sin esfuerzo, recuperando la visión. 

« ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí? »

Recordó haber estado en casa de sus padres con sus hermanos en una entrañable cena familiar que se prolongó hasta bastante entrada la noche, pero después de eso todo era confuso.

« Cogí el coche para ir a casa, recuerdo poner el motor en marcha y arrancar, salir de la urbanización y coger la carretera comarcal, pero ¿Por qué no estoy en mi cama?¡¡ ¿Dónde estoy?!! ¡¡ ¿Por qué no recuerdo qué pasó?!!»

Estaba tumbado  boca arriba, el techo era blanco y se hallaba situado a una altura bastante considerable, pero ese blanco era extraño, sobrenatural, tan puro que era imposible  describir lo frío que podía llegar a ser. Giró la cabeza hacia la izquierda y con ella la visión: más blanco. El terror se apoderó de él. Gritó desesperado con todas sus fuerzas. El sonido debería haber sido estremecedor y sin embargo... ¡No lo oyó!

            « ¿Me he quedado sordo? ¿Qué me está pasando?»

Lloró. Lloró como un niño pequeño, estaba aterrorizado. Cuando se calmó un poco recapacitó.

« ¿Podía ser una pesadilla? No sería la primera vez que sueñas que estas soñando, pero... si estoy soñando ¿Por qué no despierto? Y si resultaba que yo estaba... ¡No!»,  descartó esa idea de su cerebro, era de los que pensaba que después de la vida solo nos esperan el vacío y frío.

Empezó a analizar la situación. Tanto el techo como las paredes eran de un blanco estremecedor y se hallaban a una distancia demasiado lejana, de hecho era como si no hubiera tales paredes.

« Y... ¿Él suelo? El suelo será una buena referencia para empezar a situarme»

 Se dio la vuelta y lo que vio le dejó sin aliento.

«¡¡No hay suelo, no hay cama, estoy flotando...en el vacío!!», volvió a gritar, a llorar; temblaba de los pies a la cabeza cuando cayó en la cuenta de que sentía calor, leve, pero reconfortante. Su cara estaba calentándose y poco a poco los brazos, el pecho y las piernas. En ese momento una tranquilidad absoluta se apoderó de él. Estaba tan calmado que poco a poco y sin darse cuenta, fue perdiendo el conocimiento hasta que quedó inconsciente.

Despertó en su cama.

« ¡¡Todo ha sido una pesadilla, una horrible pesadilla!!»

Se palpó el cuerpo buscando que todo estuviera en su sitio. Estaba desnudo y se extrañó, no acostumbraba a dormir sin pijama, no recordaba haber llegado demasiado bebido, de hecho no recordaba cómo llegó  a casa. De nuevo las dudas. El pulso se le aceleró con rapidez.

« ¿Me estoy volviendo loco? Pero, ¿Uno se puede volver loco de la noche a la mañana? Tengo que hablar con alguien»

Decidió llamar a su hermano mayor para no asustar a sus padres. Descolgó el teléfono: no daba señal. Comprobó que no estuviera desconectado y no pudo reprimir tirar el teléfono al suelo.

            « ¿Por qué no funciona? »

Bajó al garaje. El coche no estaba. Salió para comprobar si estaba aparcado en la calle pero tampoco estaba allí.

            ― ¡¿Qué coño está pasando?!― gritó desesperado entre sollozos.

Estaba absorto en sus pensamientos, barruntando, intentando buscar respuestas, explicaciones, hasta que se dio cuenta de que su casa estaba empapelada de carteles. Estaban por todos lados. No hacía falta leerlos para saber lo que eran…

            « ¿Se vende, mi casa se está vendiendo? ¿Pero, cómo?»

No lloró, no le quedaban lágrimas. Entre temblores, vestido con lo primero que encontró en al armario, y con la cara desfigurada por el miedo corrió hacia la casa más cercana.

            « Necesito respuestas ya…»

Tocó el timbre de su vecino con insistencia.

            « Es él. Algo encaja», se dijo con alegría al ver el rostro enfadado de Teo.

            ― ¿Octavio? ― preguntó incrédulo.
            ― Claro, ¿Quién si no iba a ser?
            ― Es…..― dijo entre balbuceos― tan solo…
            ― ¿Ocurre algo Teo? Estás pálido.
            ― Disculpa, es que no me lo creo….pasa será mejor que pases…
            ― Gracias ― respondió mientras entraba a la casa― ¿Qué es lo que no te crees?

El hombre lo miró con ternura y le indicó que se sentara. Al poco volvió con una taza de café.
            ― Octavio….no sé cómo decirte esto sin que suene raro….pero ¿Dónde cojones te has metido todo este tiempo?
            ― No entiendo ― respondió desconcertado.
            ― Llevas desaparecido un tiempo….
            ― ¿Cuánto? ― dijo tartamudeando.

Se miraron. Buscaban entender qué pasaba sin lograrlo.

            ― Dos años

                                   *********************

            Nunca pudo rehacer su vida. Su caso había sido un verdadero quebradero de cabeza para la policía. Su coche apareció en la cuneta de una carretera. Puertas cerradas, cristales subidos, luces encendidas, motor en marcha. Sin huellas que indicaran la dirección de la huida, o la posibilidad de un secuestro. Según le dijo el mismo comisario era un caso inexplicable. Investigadores de otros países se interesaron por el caso, periodistas de todo tipo también.

Quedó marcado para siempre. Siempre andaba buscando respuestas que explicaran dónde había estado esos dos años, qué había sucedido en aquella carretera, qué eran esos sueños dónde yacía sobre un manto blanco. Barajó todas las hipótesis posibles, las analizó a fondo, descartando todas y cada una de ellas. Salvo una. La más inquietante de todas. La había descartado por ser la más descabellada entre las menos probables, pero siempre volvía a ella.

            « Es la única que se ajusta », se decía.

Algo en su interior le decía que estaba en lo cierto. Tras años de investigaciones era la única teoría que daba respuestas, pero claro, no se podía probar, había que dar un salto de fe para creerla.

Y él estaba dispuesto a darlo.

            « No se la contaré a nadie. Ya me ven como un bicho raro, imagínate sí voy contando esto por ahí. Solo lo sabré yo…y ellos claro»

No es que viviera mejor a partir de aquel momento,  pero al menos, había descartado la idea de que estaba loco y eso de algún modo le tranquilizaba.

            « ¿Por qué yo? ¿Para qué? ¿Qué me hicieron? », solía preguntarse sin encontrar respuesta.

Prefería vivir así, sabiendo que era de esas pocas personas que habían sufrido una abducción extraterrestre a pensar que era un tarado más.

           « Mejor así,  mucho mejor», se decía mientras miraba unos extraños símbolos que habían comenzado a dibujarse en su muñeca recientemente.


                                                     *Paradero desconocido*
           
           

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