Salió a
flote entre los restos del naufragio. Tomó aire entre jadeos, observando
incrédulo la situación. Las olas le exigían con cada acometida, manteniéndose
como podía en la superficie mientras buscaba algo a lo que agarrarse. Por su
derecha pasó un tablón de madera, posiblemente un resto de la cubierta de
la carabela, pues de un recto perfecto era, y se lanzó desesperado a por él.
Con apoyo para la flotabilidad
pudo relajarse, por poco que fuera, y concentrarse en salir de aquel entuerto.
Divisó la costa: lejos, pero no tanto.
«Quizás
pueda llegar»
No oía a nadie solicitando ayuda.
Tampoco divisaba el casco del barco.
«Debe de
haberse hundido ya! Qué rapidez!»
Extrañado volvió a fijarse en la
costa. Nadó sin prisas, con seguridad, realizando un gran esfuerzo contra
la corriente, que no quería dejarle marchar de allí. Lo que parecía
posible, tras minutos de lento y arduo avance, tomó un cariz preocupante.
Las fuerzas empezaban a fallar, y con ella la moral, que tras cada embestida
del mar menguaba sin freno haciéndole perder toda esperanza de sobrevivir a
aquella tragedia de la que no recordaba nada en absoluto.
Le vinieron a la mente, en
acertado momento las palabras de su padre cuando de joven, presa del
agotamiento, desfallecía por momentos mientras trataba de sacar del barro el
carruaje atrapado , con parte de la cosecha, camino del mercado donde
habían de sacar rédito al trabajo del año : ! Lucha, Lucha!
Y luchó. Avanzó con todo lo que le
quedaba, ganando cada escaramuza, venciendo a cada ola, aguantando los
tirones de la corriente por llevárselo con ella para no volver
jamás.
Agotado, al fin, llegó a la orilla.
Se tumbó sobre la arena negra de aquella playa y rompió a llorar.
Sin tiempo aún para pensar en los
siguientes pasos que había de dar, pues nada entendía de lo sucedido, un
extraño sonido le hizo reaccionar.
« ¿Qué ha
sido eso?»
Miró alrededor. Se fijó en una
extraña estructura que se encontraba al final de la playa. Había
anochecido, no se había percatado hasta ese preciso momento. Con las
pocas fuerzas que le quedaban fue en esa dirección.
A medida que se acercaba, el sonido,
irreconocible en parte para aquel hombre, sonaba más alto.
« ¿Es música?»
Desorientado siguió acercándose
cuando un destello de luz lo cegó por completo.
— ¿Quien
anda ahí?
Se paró deslumbrado por la luz de la
linterna que apuntaba a su cara. Se tapó el rostro.
—Segismundo,
Segismundo Torres señor.
— ¿Qué se te
ha perdido por aquí?— preguntó con el mismo tono entre la agresividad y la
sorpresa, a la vez que bajaba la luz de la linterna.
El náufrago, con la visión en parte
recuperada, visualizó a su interlocutor de pie. Vestía un atuendo muy raro, el
perturbador sonido, pudo apreciar, salía de una caja cuadrada situada al lado
de aquel joven de pelo largo separado en pequeñas coletas.
Estupefacto, se quedó allí parado
sin saber qué hacer.
— ¿Se
encuentra usted bien señor?
— La verdad
es que no— respondió con sinceridad, aturdido por completo — Para nada me
encuentro yo bien, pues nadando vengo desde allí dentro. Mi navío ha
naufragado y no recuerdo nada de todo lo sucedido. Tan solo
sé que estoy aquí, que estoy vivo, o eso creo al menos.
— ¿Qué barco?
Llevo aquí toda la tarde y no he visto nada. ¿Una lancha? ¿Un yate?
— Tengo
frío, mucho frío- dijo tiritando— ¿Tiene usted algo con lo que
abrigarme?
El joven se quitó la chaqueta y se
la dio sin salir de su asombro. Se percató de que aquel hombre, que
aseguraba ser un superviviente de un naufragio, no paraba de mirar, sin
descanso, a su altavoz bluetooth.
— ¿Apago la
música? ¿Le molesta?
— ¿Qué
es eso? ¿Qué tipo de instrumento es?
— ¿Perdón?
— Eso, eso,
ese horrible sonido. Me perturba. Por cierto, ¿A qué región del reino he ido a parar?
— ¿Reino ?—
preguntó sin creer lo que estaba viviendo.
— Si, del
reino de Castilla vengo, aunque usted bien raro habla. Desconozco ese acento y
mire que en la mar de todos lados he conocido marineros.
—Está usted
bastante desorientado caballero, debería descansar. Váyase a casa, será
mejor.
—Tiene usted
razón joven mozo, ¿le importa si me quedo por aquí? Prometo no molestar.
— Usted
mismo.
Segismundo
quedó dormido en segundos sobre la fría arena. Cuando despertó, ascendía
a toda velocidad desde las profundidades, conteniendo la respiración,
creyendo que sus pulmones estallarían en cualquier momento. Salió a
flote entre los restos del naufragio. Tomó aire entre jadeos, observando
incrédulo la situación....
*El
Naufragio*