Colección Instagram Nº 9



Estaba solo, allí sentado. La mente en blanco, intentando no pensar. Cualquier cosa que le viniera a la cabeza podía relacionarlo con ella, absolutamente todo. Aquel sitio, ella,  lugares a kilómetros de distancia, ella, sabores,  ella, olores, su pelo, flores, su suave piel. Risas, su boca, alegría, ella....
El aire, cálido para el momento del año en el que se encontraba, atrajo hacia el solitario hombre, unas hojas de abedules que chocaron contra sus descuidados zapatos haciéndolo despertar de su triste letargo. 
Quería irse, acabar con el sufrimiento que le invadía desde hacía años, terminar con el vacío que lo llenaba desde que ella se fue. De repente, sin avisar. Muerta, sobre la cama. Desplomada. Un infarto letal. 
Había buscado refugio, calor, fuerzas para volver a empezar. Lo había probado todo sin éxito. Era incapaz. En aquel fatídico lunes, donde su vida terminó,  donde fue despojado de toda ilusión por seguir adelante, permanecía anclado sin poder reaccionar.  Destinado a vagar cabizbajo, deprimido,  angustiado por no tener el coraje para tirarse por un puente y volver con ella, volvía una y otra vez al lugar donde ella le había dicho por primera vez que le quería, esperando de algún modo que  estuviese allí. 
 Desde lo alto de ese banco,  día tras día,  ella lo observaba. Se sentía desesperada, frustrada, no lograba que sus mensajes fueran interpretados. Volvía a morir cada vez que lo veía allí sentado,  bajo su mirada, apagado, marchito, irreconocible.  Quería despedirse y no quería irse sin hacerlo, pero ese día, al fin entendió,  que nunca la oiría, que nunca la sentiría, y que por muchas hojas que llevara a sus pies, nada cambiaría. Era  hora de abandonar aquel limbo donde se hallaba, se dijo, y cruzar hacia el otro lado junto a los muertos,  a donde pertenecía,  y a donde se había resistido a partir sin despedirse de su amado. 
El hombre, calvo y grande, de nariz chata, sintió una ráfaga fría de viento en aquel cálido día. Se estremeció.  
« ¿Será ella?», se preguntó. 
Esbozó una sonrisa escueta,  miró alrededor, apartó las hojas que se habían arremolinado sobre sus pies, y mientras se levantaba, se prometió que jamás volvería a aquel lugar. 

                        ***********El Banco***************


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